enero 14, 2007

MUNDO CHICO, MUNDITO

Un fuerte dolor de cabeza me hace sentir más cerca del infierno. Ese infierno que parece ser tan cercano y al mismo tiempo tan lejano de nosotros. Así es el dolor que siento. Las imágenes son demasiado borrosas en mi mente, esa que espera que poco a poco recobre la cordura y vuelva a ser yo mismo. El aroma a cerveza es insoportable. Me hace sentir que hoy, precisamente, será el último día que reconozca su aroma.
Y no es para menos. La noche anterior, vacié todas las bebidas embriagantes que encontré a mi paso, excepto una: la que ya se había terminado antes. Lo sé. Parecerá que es una vacilada eso de no haber tomado la que ya no tenía licor alguno. Pero no lo es. Creo importante que sepan por qué.
Esa botella apareció misteriosamente. Al menos eso me dijeron. Nadie sabía bien quien la trajo, tampoco supieron quien se la tomó. Lo único que recuerdo de eso es que al otro día, una botella igual a esa apareció en la puerta de la casa. Mis ojos quisieron jugarme una mala pasada pensé. La insólita imagen que se presentaba ante mi mirada, me hizo caer en un dejo de angustia y temor.
Tomé la botella como pude, apenas repuesto del susto que me había provocado y por la única rendija que suelen tener las botellas, intenté vaciar su contenido en el interior de mi ser a través de mi orificio bucal. Pero entre más bebía de aquella bebida, más ansias me daban para terminarla, pero ella no se consumía.
En su interior, algo extraño temblaba, hervía, quería salir. Derramarse e inundar el mundo como un lago en llamas. Bien pronto entendí lo que aquello significaba. Como pude, salí de la habitación en la que me encontraba y arrojé la botella lo más lejos que pude. Tan lejos como mis cansados brazos me lo permitieron. Y cuando la botella encontró por fin el impacto, el ruido que se produjo aturdió mi mente. De repente, todo en mi alrededor se movía con insistencia, como si alguien agitara el globo terráqueo. Como si alguien moviera el mundo como quien agita una botella para mezclar su contenido. A lo lejos, un poco borroso primero y más claro después, algo comenzaba a tomar forma. Así alcancé a observar, una vez que terminaron las burbujas producidas por la agitación, como el mundo se ponía de cabeza en las manos del hombre que lo sostenía y comenzaba a ingerir su contenido...