Hace ya tiempo que te esperaba. La noche que aquel alebrije me previno de tu llegada me quedé atónito. No pude volver a conciliar el sueño. Pero no llegabas. Intenté llamar a Locatel pero no sabía cono ni por quién preguntar, así que lo más sensato en ese momento era esperar. Y esperé. Una y otra vez. Y esperé tanto que temí que solo haya sido un sueño perturbador o que aquel alebrije me hubiera usado para burlarse. Ya en alguna ocasión un caballervo, un animal extraño mitad caballo y la otra cuervo, me previno de un temblor que nunca ocurrió, pero yo me escondí en el rincón de un mueble para amortiguar las posibles caídas y me quedé ahí por más de 6 horas, hasta que me quedé dormido y alguien me llevó a la cama. En otra ocasión fue un arañato, quien me anticipó de una inundación que no hice caso y aun no logro recuperarme de la pulmonía ni mucho menos del resfriado.
No tenía motivo para creerle al alebrije, pero tampoco para no hacerlo. Y cuando la desilusión era tal que pensé en que una vez más había sido timado, apareciste de la nada. Ahí, entre tantos otros que me extendían una invitación. Pero ese día solo acepté la tuya. Tenía el presentimiento de que se trataba de ti. Y no me equivoqué. El alebrije tenía razón. Aunque la descripción que hizo de ti era un poco distinta. Por lo poco que sé de ti y que puedo apreciar era un poco, no sé, diferente. No digo raro, extraño quizá, pero no hay duda. Se trata de ti. Quizá nunca sepas que fue lo que me contó el alebrije acerca de ti pero poco a poco lo voy a ir descubriendo. No es mucho lo que ha variado sobre lo que ahora sé y lo que me dijo, lo que sí puedes y debes saber es que llegaste a mi vida en un momento crucial, en una etapa transitiva de decisiones importantes. Tú fuiste una decisión importante. Es bueno saber que llegaste. Ojalá nunca te vayas. Algún día, cuando tengas tiempo, te invito a dar un paseo en el dragocornio que me prestó un elfo llamado Puck y que ya nunca quiso que le regresara. Quizá también invite a Puck, así podemos ir juntos a ver a mi amigo el conejo que vive en la luna, tomarnos unos embriagadores asterquilas y cantemos juntos toda la noche al ritmo de las estrellas.
No tenía motivo para creerle al alebrije, pero tampoco para no hacerlo. Y cuando la desilusión era tal que pensé en que una vez más había sido timado, apareciste de la nada. Ahí, entre tantos otros que me extendían una invitación. Pero ese día solo acepté la tuya. Tenía el presentimiento de que se trataba de ti. Y no me equivoqué. El alebrije tenía razón. Aunque la descripción que hizo de ti era un poco distinta. Por lo poco que sé de ti y que puedo apreciar era un poco, no sé, diferente. No digo raro, extraño quizá, pero no hay duda. Se trata de ti. Quizá nunca sepas que fue lo que me contó el alebrije acerca de ti pero poco a poco lo voy a ir descubriendo. No es mucho lo que ha variado sobre lo que ahora sé y lo que me dijo, lo que sí puedes y debes saber es que llegaste a mi vida en un momento crucial, en una etapa transitiva de decisiones importantes. Tú fuiste una decisión importante. Es bueno saber que llegaste. Ojalá nunca te vayas. Algún día, cuando tengas tiempo, te invito a dar un paseo en el dragocornio que me prestó un elfo llamado Puck y que ya nunca quiso que le regresara. Quizá también invite a Puck, así podemos ir juntos a ver a mi amigo el conejo que vive en la luna, tomarnos unos embriagadores asterquilas y cantemos juntos toda la noche al ritmo de las estrellas.