julio 26, 2006

EL VACÍO

El vacío es una amarga soledad que se llena con bolsas de aire, aire espeso, místico, con olor a muerte, muerte tétrica, la muerte de los espíritus que se quedan impregnados en nuestros cuerpos, en nuestras almas, almas putrefactas que sin expandir olor alguno apestan. La pestilencia que producen es insoportable, llana, asquerosa; almas que apestan a humanidad, una humanidad repugnante que innecesariamente existe, una humanidad que es capaz de producir todos los males posibles, males que acechan, males que se cosechan en el corazón y germinan odio, rencor, deseos de venganza, hambre y sed de muerte, deseos de matar a los muertos y resucitar a los vivos, deseos de venganza contra los que nos producen afecto y los que nos brindan amor, ¿amor? Ninguna palabra tan prostituida como ésta. De todas la mentiras que existen el decir que amamos es la peor de todas, las más vil, la más cruel. El decir a alguien que lo amamos es asestarle una tras otra puñaladas de dolor, de odio, de rencor; puñaladas que acaban con tu vida, con tu persona, con tu alma; puñaladas que al final te dejan como en un principio... vacío.

EL VALOR

Si por algún momento pudieramos ver el alma,
no juzgaríamos las cosas por las apariencias.
Si fueramos justos con nosotros mismos,
tal vez dejaríamos de ser injustos con los demás.
Si en lugar de tomar armas nos tomaramos las manos,
quizá la guerra y la violencia no existirían.
Si pensaramos por nosotros mismos, ayudando siempre a los demás,
a lo mejor en lugar de egoísmo recibiríamos ayuda.
Si pudieramos ver todos los dones que tenemos,
sabríamos que cada persona es valiosa por el solo hecho de existir.
Si dejaramos que los demás aprendan solos,
no habría tantos inútiles dependiendo de otros en el mundo.
Da siempre todo de tí, sin esperar nada a cambio;
porque a esas personas se les colma de dicha, gloria y paz,
pero sobre todo de la tranquilidad de estar bien consigo mismos.
Porque los defectos se compensan con virtudes,
virtudes que debemos valorar y hacerlas trabajar.
Pero no intentes ser valiente,
porque estos son cobardes que se escudan en otros más cobardes,
la verdadera valentía termina cuando esta se pregona, r
ecuerda que vales no por lo tienes,
sino por lo que eres y llevas dentro.

PECADO

Dicen que el tiempo todo lo cura,
yo no he podido comprobarlo.
Contrario a eso, sigue creciendo tu recuerdo,
el recuerdo de un pasado imborrable
que me dejó marcado un desgraciado,
un miserable que de tí me ha separado...
Hoy aún sufro por eso,
mis lágrimas no dejan de rodar,
corren a prisa por mis mejillas,
y forman un río inmenso que de mis ojos cae,
son las lágrimas que esperan tu regreso,
son lágrimas que imploran tu perdón,
son las lágrimas que dicen: "te extraño"...
espero poder volver a estar a tu lado.
Entre mis labios se contiene una frase,
que espera algún día en tus oídos penetrarse,
es esa frase que nunca escuchaste,
y sin embargo tantas veces mencionaste,
perdóname por haberla contenido,
por creer que decir "te quiero",
podría convertirse en delito...

julio 25, 2006

UN SIMPLE SUEÑO

Una noche, muy grata por cierto. Por un momento pensé que solo era el producto de mi imaginación, pero estaba equivocado, el lugar era ajeno a mi, no parecía ser mi casa, pero también estaba equivocado. Digo, si lo conocía, pero no era mi casa o al menos no como yo la recordaba (o eso fue lo que me hicieron creer). Con esa bata negra se podía admirar esa figura envidiable, su cuerpo era casi perfecto, a no ser por la enorme cicatriz a un costado de su abdomen que la hacía ver más sexy, ruda, pero sexy al fin.

¡Levántate!, me ordenó y no me quedó más remedio que obedecerla. Me condujo hasta su recámara (me encontraba en un sillón) y ahí sin ningún pudor me arrancó las pocas prendas que cubrían mi lastimado cuerpo. Hasta ese momento me percaté que tenía el cuerpo lleno de contusiones y moretones, pero no alcanzaba a recordar que fue lo que me había sucedido antes. Sus labios carnosos pronto se posaron en mis labios y no pude contener la pasión que parecía desbordarse de mí. Me mordió el labio inferior al grado de arrancármelo, el dolor era insoportable pero al mismo tiempo fascinante, me estaba excitando con una rapidez vehemente. La sangre comenzó a brotar de la herida que me hizo, pero eso parecía excitarla aún más (y a mi también).

Sus senos se posaron sobre mi rostro y me urgí en acariciarlos, hasta que sentí una necesidad inmensa de devorarlos, los comencé a besar, acariciar, después a mordisquearlos y finalmente terminé comiéndolos, la sensación era indescriptible y cuando alcancé a comprender lo que hacía, salí de la habitación horrorizado, pero antes de llegar a la puerta ella se encontraba delante de mí, con una sonrisa en el rostro que parecía decirme que no iba a permitir que me marche sin antes terminar lo que había comenzado. Dimos rienda suelta a nuestra pasión desenfrenada y no solo nos estorbó la ropa sino la piel también, con sus uñas me arrancaba la piel que me cubría la espalda y la sensación de horror y éxtasis que sentía en ese momento me hicieron sentir el más grande placer jamás experimentado, me puse de pie como pude y comencé a golpearla hasta dejarle casi muerta. Ella se dirigió a la cocina y se apoderó de un cuchillo, lo enterró en su cuerpo una y otra vez y yo miraba estupefacto sin embargo, ¡estaba gozando de ver la imagen que ese hermoso espectáculo me proporcionaba! La mezcla de emociones me permitió desmayar de nuevo y entonces me hundí en un profundo sueño.
Una mujer se acercaba a mi a toda prisa, pero lejos de sentirme seguro me sentí intranquilo, decidí correr pero ella parecía volar. Corrí hasta donde mis piernas me lo permitieron pero pronto tropecé sobre una avenida y mi perseguidora había desaparecido, un ruido me hizo girar el rostro y una luz cegadora me nublo la vista. Poco después, un enorme perro negro me jaló hacia una orilla de la autopista. Ahí estaba yo, al lado del perro, pero podía contemplar mi cuerpo aplastado y sin vida. Desperté aterrorizado y me vi al lado de una extraña mujer en perfectas condiciones, con una bata negra que hacía lucir una admirable figura, salvo por una extraña cicatriz que tenía al lado del abdomen, que la hacían ver mas sexy aún. Te ves tan lindo dormido, me dijo, y comencé a sentir mucho frío...

EL 1o DE MAYO MEXICANO

(este escrito fue realizado el día dos de mayo, espero que sea de su agrado)
En nuestro país podemos citar cientos de orígenes que justifiquen la idea de conmemorar al Trabajo. Cananea, Río Blanco, El caso de las Costureras, y tantos otros que son desconocidos por la mayor parte de quienes vivimos dentro del viviente cuadro que nunca pintó Van Gogh. Lo cierto es que el famoso “Día del Trabajo” (que irónicamente es un día que no se trabaja) les ha sido despojado a los trabajadores, por un puñado de vividores que se dicen “defensores de sus derechos” y que obligan (literal) a sus agremiados, a participar en las marchas que organizan, con el apercibimiento respectivo o con el sándwich y el boing de triangulito (en el mejor de los escenarios) como recompensa a su asistencia “voluntaria”, así como las reiteradas promesas de que “ahora si les vamos a conseguir chamba, aunque solo sea de un mes...”(sic)

Crónica De Una Marcha Anunciada
El pasado primero de mayo se sintió en varios estados de la Unión Americana el “Mexican Power” (como lo mencionaron los encabezados de los periódicos). Cientos de miles de inmigrantes ilegales (la mayoría mexicanos), salieron a las calles de Estados Unidos para exigir la legalización de su estancia en dicho país. Muchos años después al Siglo XIX, un conflicto laboral vuelve a cimbrar las calles de Chicago. El mismo lugar que vio el deceso de miles de trabajadores que se manifestaron por mejores condiciones laborales, vuelve a ser testigo del poder de convocatoria que tienen los que aportan la mano que obra (que no la mano de obra), la fuerza de trabajo, la maquinaria de los dueños de los medios de producción. Pero no solo Chicago sintió cimbrar sus calles con los pasos de los migrantes, también Dallas, California, New York, Los Ángeles, Denver, entre muchos otros sitios del citado país, se sintieron consternados por el espontáneo brote de ilegales que se apoderaron de sus espacios. De pronto, como de la nada, surgieron esos “indios desgraciados”(así) que buscan arrebatarles el país que les pertenece. Las respuestas de los llamados “Minuteman” no se hicieron esperar. Buscan a toda costa expandir su xenofobia por toda la población norteamericana y planean ataques de discriminación, represión e incluso muerte de los “mugrosos mexicanos”. Su aversión hacia la comunidad latina (mexicanos en particular), les ha llevado a crear medidas descabelladas para combatirlos (videojuegos en donde se caza a los migrantes que cruzan la frontera a través del muro y se dan puntos por cada indocumentado muerto es el menos gandalla), pero eso es allá, en el país de las “oportunidades”.

La Otra Campaña, Perdón, Marcha (También Anunciada)
En punto de las nueve de la mañana, en la plancha del Zócalo capitalino, daba inicio el “festejo” del Día Internacional del Trabajo. Miles de trabajadores asaltaron las principales avenidas de la ciudad para realizar sus tradicionales marchas (esas que ya nadie atiende y a todos fastidian), las cuales a pesar de estar igual de abarrotadas que en otros años (con sus tradicionales acarreados), ya no surten los mismos efectos.
Las consignas de siempre, los gritos de siempre, los acarreados de siempre con sus discursos pobres que reflejan la pobreza de sus instituciones, la miseria y corrupción de sus sindicatos y el miedo de sus dirigentes ante un Estado que viola su autonomía e invade su independencia y voluntad, ante un Secretario del Trabajo que del tema sabe lo que Fox de cultura, que decide a que dirigente sí y cual no reconoce como tal.
Ahí, sobre un templete adornado, frente a miles y miles de trabajadores que buscan mejores oportunidades de empleo, que asisten contra su voluntad, amenazados con ser despedidos o recortarles el salario, ante la indiferencia y el menosprecio de un gobierno que prometió crear un millón de empleos al año, el mismo que aseguró que al llegar a la presidencia resolvería el conflicto de Chiapas en 15 minutos, el mismo que en voz de su titular ejecutivo, vituperó todos los días a diestra y siniestra que no hay que hacerle caso a las promesas mágicas de quién se siente Mesías.
Ahí, frente a los mismos de siempre, los mismos ecos, los mismos reclamos los mismos trabajadores que siguen percibiendo los mismos salarios que insultan, los mismos que sufren el mismo crecimiento desmedido del desempleo, generado por la misma ineptitud del mismo gobierno del cambio que no cambió, ni siquiera en el discurso. Ahí estaban ellos. Francisco Hernández, líder de los telefonistas, Isaías González, líder de la CROC, Vega Galina, del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (cuyos directivos ganan más que los mismos diputados), Martín Esparza, del Sindicato de Electricistas, Carlos Pavón, representante del gremio minero, ante la ausencia del desaparecido Napito (aquel que en su vida ha realizado alguna actividad laboral y que se ganó el puesto por herencia de su padre) y por supuesto no podía faltar con su viejo rostro el nuevo líder de la vieja CTM, Gamboa Pascoe (que da lo mismo si fuera Rodríguez Alcaine o Fidel Velásquez porque todos traen la misma escuela).
Los discursos sobre los salarios injustos, la falta de creaciones de empleos, del crecimiento desmedido de desempleos y todas esas frases que son repetidas año con año por la voz de grabadora de los mismos dirigentes del año pasado, y del pasado, y del pasado, y del pasado... fueron reemplazados por nuevas consignas, una mentada de madre al gobierno por meterse en asuntos que no le competen, un “Fuera Salazar”, “Fox, al rancho con Martha te vas y no salgas jamás” y “Respeto a la Autonomía Sindical”, entre otras, comulgaban con las consignas escritas en las pancartas, nadie se salvó. Desde el Secretario del Trabajo hasta Bush. Todos fueron despreciados por igual. Todos fueron mandados a chingar a su madre.
Apenas a los diez minutos de terminado el evento, las calles se limpiaron rápidamente, como quién acaba de hacer una fila interminable en el banco para cobrar un cheque y sale del banco disparado para cumplir los pendientes que son más importantes. Los trabajadores desaparecieron. Se veía algunos en el metro, con míseros uniformes de gorra y playera de quince pesos y el estampado de su respectivo sindicato. Don Juan, de unos 53 años, daba una mordida a un sándwich que parecía radiografía, que apenas asomaba una raja de chile jalapeño y una miseria de aguacate negro (diría podrido). “Estos güeyes, ora si se mancharon, antes te daban un par de tortas y ‘ora na’ más un pinchi sangüich. Pero se pone chido el desmadre ¿no creen?” dijo a quienes respondieron afirmando su dicho con un movimiento de cabeza, al tiempo que destapaban su frutsi y sus cazares.
Cada trabajador se fue por su lado, algunos se ponía de acuerdo para “echarse unas chelas”. Los más fueron individualizándose. El pueblo no estaba unido, como lo gritaban con toda la fuerza que sus gargantas les permitían, y al parecer, nunca va a estarlo. Eso es México, ese es su destino. Por los siglos de los siglos, AMÉN.

JUAN

Este cuento forma parte de una novela que estoy escribiendo y que se titulará: MIS CIEN VIDAS, espero que les guste.

Un dedo recorría mi espalda desde la nuca hasta el cóccix, pasando por toda mi columna vertebral. Era una sensación casi indescriptible y a la vez tan común que la gran mayoría de mis amigos se reirían de mí si se los platico. Desconozco su nombre y más aún sus apellidos. No sé porque accedió, aunque lo más probable es que haya sido una aventura para él, o quizá aceptó con la intención de obtener alguna remuneración por su muy grata compañía.
Lo conocí en un centro comercial, allá por Coyoacán. Lucía un pantalón de mezclilla bastante deteriorado, como esos de los que los jóvenes de hoy están acostumbrados a utilizar; una camiseta blanca pegada a su muy espectacular abdomen y unas botas negras industriales.
Desde el momento en que lo miré me impactó su hermoso cuerpo. Lo imaginaba desnudo entre mis brazos y una serie de imágenes perturbadoras comenzaron a desfilar por mi mente. No sabía como acercarme a él ni menos como pro-ponerle algún tipo de acercamiento sexual. Lo seguí hasta que, creo me hice notar por mi evidente torpeza como espía.
Entró a los sanitarios públicos y hasta ahí lo seguí. Al acceder al lugar, él se hallaba parado frente a un enorme espejo. Traté de disimular un poco pero pronto mis mejillas se sonrojaron. El lugar estaba completamente vacío, así que entré a uno de los tres baños del lugar y dejé la puerta entreabierta. El chiquillo cerró la entrada principal con delicadeza y puso el seguro para evitar que alguien más entrara. Se acercó hasta el baño que ya ocupaba yo y abrió la puerta, que a propósito dejé sin seguro, y de inmediato me mostró un enorme pene erecto que salió de su bragueta. Era verdaderamente espectacular e increíble para sus apenas veinte años que mostraba. Me preguntó que si me gustaba lo que veía, pero mi asombro era tal que no podía ni siquiera mover la cabeza para afirmar, así que apenas alcancé a balbucir alguna frase así como: “es muy hermoso...
Le propuse que deberíamos ir a algún otro lado, pero él insistía en que debía ser ahí. Traté de hacerle entender que alguien podía sorprendernos pero insistió tanto que por fin accedí. Intenté besarle sus hermosos y delicados labios pero él se negó. Así que tuve que conformarme con besarle el cuello y sus preciosas tetillas. Me pidió que me dejase penetrar pero traté de rehusarme por no llevar protección, sin embargo al verle molesto, de inmediato accedí.
No encuentro palabras para describir todas las sensaciones que en ese momento sentí. Un frío recorría mi espina dorsal, al tiempo en que recorrió mi espalda con su dedo índice y luego con su juguetona lengua. Por fin me penetró y dejé escapar un quejido de mi garganta por la combinación de dolor y placer que mi cuerpo experimentaba por vez primera. Jamás imaginé lo sencillo que era conseguir sexo masculino, ni mucho menos con alguien tan joven como él.
Por fin terminó el delicioso acto sexual y él, sin decir palabra alguna, se fue de ahí, dejándome las nalgas salpicadas de un fresco semen. Torpe e inepto intenté salir del lugar lo más pronto posible, pero el dolor entre las piernas me lo impedía. Era tardísimo y no tendría una excusa para justificar mi retardo.
En el trayecto a casa, pensaba en lo ocurrido apenas unos cuantos minutos atrás. No imaginaba que el sexo pudiera disfrutarse de algún otro modo al que estaba acostumbrado con mi esposa. Nunca pensé que a mis cuarenta y siete años, volvería a gozar del sexo como si fuere mi primera vez, y menos aún que sería con alguien que bien podía ser uno de mis hijos.
Ahora intentaré buscar una excusa que justifique mis cuatro horas de retraso desde que salí del trabajo; pero sea cual sea la que se me ocurra, bien valdrá la pena por los intensos momentos de gozo y felicidad al lado de aquel insaciable muchachito. Ya imagino los reclamos de Lucrecia, mi mujer: “Juan, ¿Ese es el ejemplo que les das a tus hijos? ¿Con qué cara les reclamarás el día de mañana si tú actúas igual o peor de ellos?”
Grande fue mi sorpresa cuando llegué a casa y encontré a todos muy bien cambiados y sin nada que reprocharme. Me preguntaba a qué se debía tal actitud festiva, pero pronto mi hija me sacaría de la duda.
-Quiero que conozcas a mi novio papá, es un joven muy simpático y agradable, se llama Andrés.
De principio me opuse, pero el dolor que aún tenía en el trasero no me dejó resistirme, así que en punto de las siete de la noche, un joven de pantalón de mezclilla bastante deteriorado, una camiseta blanca que hacía lucir un marcado abdomen y unas botas negras industriales, se presentó con una extraña, pero hermosa rosa negra en la mano y se acercó muy lento hacía mí para decir un poco cabizbajo: buenas noches señor, mi nombre es Andrés...

EL NUEVO ROSTRO DEL VIEJO SISTEMA


Hoy sabemos quien es ya nuestro próximo presidente. Culminan las elecciones y en medio de incertidumbre, expectativa e incluso temor, por fin sabemos quien nos va a gobernar en los próximos seis años. Vienen los acuerdos, las derrotas, las críticas, los señalamientos, las movilizaciones inclusive. Todo en balde. Se confirma el triunfo del presidente electo.
Arriba, con fortuna, el nuevo presidente toma posesión de su cargo, hace las reverencias pertinentes y pronuncia con voz fuerte un discurso emotivo y alentador para los gobernados. Ha llegado el cambio dice, ahora si vamos a mejorar el futuro de México.
Abajo, los mexicanos miran con esperanza y con ilusión un cambio de verdad. Esperan ese anhelado crecimiento económico, la creación de empleos, una mejor posición social y una estabilidad económica. Se olvidan las rencillas. Se une el país entero y se logra una conciliación nacional. El país coopera, el cambio puede ser posible. Nada.
A los seis años, los mexicanos despiertan abruptamente de esa pesadilla y los coloca de nuevo en esta realidad surrealista. La pobreza ha aumentado en proporciones desmesuradas en todo el mundo. La migración de los habitantes de los países más pobres es masiva, hacia cualquier lugar que les ofrezca un sustento económico. Muchos llegan a nuestro país y hacen los adeudos que ni los mexicanos más pobres quieren hacer. Las guerras crecen y en las calles cualquiera muere en manos de quienes buscan robarse un pan.
Los empresarios y las clases sociales altas viven en la incertidumbre. Contratan soldados para su custodia. Es tiempo de elecciones y las campañas están en pleno apogeo. En medio de descalificaciones y ataques. De campañas negativas y violentas, se convoca a los ciudadanos a salir a votar. Es tres de julio del dos mil doce. Millones de ciudadanos salen de sus casas para sufragar su voto en las urnas con la esperanza de que su candidato pueda lograr ese cambio anhelado. Ahora si va a producirse de verdad.
En otro punto del país, los candidatos logran aguantarse la risa ante las imágenes que la televisora que los compró hace mucho años les proporciona. Beben Champagne y Cognac. Discuten. Apuestan el Estado de Chihuahua y Sonora a que una va a ganar por doce puntos más que el otro. No se vale, dice un tercero, esos Estados no. Ya están apartados por la Coca Cola y una textilera de los descendientes de Kamel Nacif. Nos han dado mucha lana. No podemos decirles que siempre no. Van a pensar que los políticos no tenemos palabra y eso es lo que más nos sobra.
De pronto el silencio. Alguien llama a la puerta. Todos callan. Quizá nos traen ya los resultados. Un niño de catorce años, con aspecto de vagabundo, semidesnudo y con la piel pegada a su sistema óseo les ordena guardar silencio. Los candidatos ríen y ordenan a sus cuerpos de seguridad que se deshagan de él. Nadie acude a su llamado. Los presidenciables se preocupan. El niño toma una resortera y les pide no moverse porque podría lastimarlos.
Los candidatos no logran aguantar la risa y estallan en carcajadas. El niño apunta con su resortera y uno a uno los candidatos van cayendo muertos a los pies del infante. El niño llora. Sale de ahí cabizbajo, triste. La prensa nacional e internacional ve salir del edificio al niño y lo atacan con preguntas. El pueblo al enterarse de lo sucedido aclama al niño y lo nombra Presidente de México. El niño no acepta, llora aún más. Le aterra pensar terminar como uno de aquellos que quedaron muertos en el edificio. El país se conforma. No hay presidente. Pasan cinco años más y las cosas mejoran considerablemente. México avanza y se logra colocar entre las naciones más ricas. Ayuda a muchas otras naciones y las apoya para dejar la pobreza en que están sumergidas.
Alguien pregunta a aquel joven de diecinueve años que se siente haber logrado sacar a México de la miseria. El no contesta. Le insisten hasta que logra decir: yo no lo hice, lo hicieron ustedes. Si, le inquiere alguien más, pero tú los mataste, ¿qué fue lo que te orilló a hacer eso? El niño un poco cabizbajo contesta: mi papá trabajó en ese edificio desde hace muchísimos años. Siempre abusó de mi mamá y la humilló. Le hizo lo que se le dio su gana, la prostituyó y luego la dejó morir. ¿Cómo se llamaba tu mamá niño?, le cuestionó un anciano. Eso ya no importa, si le digo Justicia, quizá no recuerde esa palabra.