julio 25, 2006

EL 1o DE MAYO MEXICANO

(este escrito fue realizado el día dos de mayo, espero que sea de su agrado)
En nuestro país podemos citar cientos de orígenes que justifiquen la idea de conmemorar al Trabajo. Cananea, Río Blanco, El caso de las Costureras, y tantos otros que son desconocidos por la mayor parte de quienes vivimos dentro del viviente cuadro que nunca pintó Van Gogh. Lo cierto es que el famoso “Día del Trabajo” (que irónicamente es un día que no se trabaja) les ha sido despojado a los trabajadores, por un puñado de vividores que se dicen “defensores de sus derechos” y que obligan (literal) a sus agremiados, a participar en las marchas que organizan, con el apercibimiento respectivo o con el sándwich y el boing de triangulito (en el mejor de los escenarios) como recompensa a su asistencia “voluntaria”, así como las reiteradas promesas de que “ahora si les vamos a conseguir chamba, aunque solo sea de un mes...”(sic)

Crónica De Una Marcha Anunciada
El pasado primero de mayo se sintió en varios estados de la Unión Americana el “Mexican Power” (como lo mencionaron los encabezados de los periódicos). Cientos de miles de inmigrantes ilegales (la mayoría mexicanos), salieron a las calles de Estados Unidos para exigir la legalización de su estancia en dicho país. Muchos años después al Siglo XIX, un conflicto laboral vuelve a cimbrar las calles de Chicago. El mismo lugar que vio el deceso de miles de trabajadores que se manifestaron por mejores condiciones laborales, vuelve a ser testigo del poder de convocatoria que tienen los que aportan la mano que obra (que no la mano de obra), la fuerza de trabajo, la maquinaria de los dueños de los medios de producción. Pero no solo Chicago sintió cimbrar sus calles con los pasos de los migrantes, también Dallas, California, New York, Los Ángeles, Denver, entre muchos otros sitios del citado país, se sintieron consternados por el espontáneo brote de ilegales que se apoderaron de sus espacios. De pronto, como de la nada, surgieron esos “indios desgraciados”(así) que buscan arrebatarles el país que les pertenece. Las respuestas de los llamados “Minuteman” no se hicieron esperar. Buscan a toda costa expandir su xenofobia por toda la población norteamericana y planean ataques de discriminación, represión e incluso muerte de los “mugrosos mexicanos”. Su aversión hacia la comunidad latina (mexicanos en particular), les ha llevado a crear medidas descabelladas para combatirlos (videojuegos en donde se caza a los migrantes que cruzan la frontera a través del muro y se dan puntos por cada indocumentado muerto es el menos gandalla), pero eso es allá, en el país de las “oportunidades”.

La Otra Campaña, Perdón, Marcha (También Anunciada)
En punto de las nueve de la mañana, en la plancha del Zócalo capitalino, daba inicio el “festejo” del Día Internacional del Trabajo. Miles de trabajadores asaltaron las principales avenidas de la ciudad para realizar sus tradicionales marchas (esas que ya nadie atiende y a todos fastidian), las cuales a pesar de estar igual de abarrotadas que en otros años (con sus tradicionales acarreados), ya no surten los mismos efectos.
Las consignas de siempre, los gritos de siempre, los acarreados de siempre con sus discursos pobres que reflejan la pobreza de sus instituciones, la miseria y corrupción de sus sindicatos y el miedo de sus dirigentes ante un Estado que viola su autonomía e invade su independencia y voluntad, ante un Secretario del Trabajo que del tema sabe lo que Fox de cultura, que decide a que dirigente sí y cual no reconoce como tal.
Ahí, sobre un templete adornado, frente a miles y miles de trabajadores que buscan mejores oportunidades de empleo, que asisten contra su voluntad, amenazados con ser despedidos o recortarles el salario, ante la indiferencia y el menosprecio de un gobierno que prometió crear un millón de empleos al año, el mismo que aseguró que al llegar a la presidencia resolvería el conflicto de Chiapas en 15 minutos, el mismo que en voz de su titular ejecutivo, vituperó todos los días a diestra y siniestra que no hay que hacerle caso a las promesas mágicas de quién se siente Mesías.
Ahí, frente a los mismos de siempre, los mismos ecos, los mismos reclamos los mismos trabajadores que siguen percibiendo los mismos salarios que insultan, los mismos que sufren el mismo crecimiento desmedido del desempleo, generado por la misma ineptitud del mismo gobierno del cambio que no cambió, ni siquiera en el discurso. Ahí estaban ellos. Francisco Hernández, líder de los telefonistas, Isaías González, líder de la CROC, Vega Galina, del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (cuyos directivos ganan más que los mismos diputados), Martín Esparza, del Sindicato de Electricistas, Carlos Pavón, representante del gremio minero, ante la ausencia del desaparecido Napito (aquel que en su vida ha realizado alguna actividad laboral y que se ganó el puesto por herencia de su padre) y por supuesto no podía faltar con su viejo rostro el nuevo líder de la vieja CTM, Gamboa Pascoe (que da lo mismo si fuera Rodríguez Alcaine o Fidel Velásquez porque todos traen la misma escuela).
Los discursos sobre los salarios injustos, la falta de creaciones de empleos, del crecimiento desmedido de desempleos y todas esas frases que son repetidas año con año por la voz de grabadora de los mismos dirigentes del año pasado, y del pasado, y del pasado, y del pasado... fueron reemplazados por nuevas consignas, una mentada de madre al gobierno por meterse en asuntos que no le competen, un “Fuera Salazar”, “Fox, al rancho con Martha te vas y no salgas jamás” y “Respeto a la Autonomía Sindical”, entre otras, comulgaban con las consignas escritas en las pancartas, nadie se salvó. Desde el Secretario del Trabajo hasta Bush. Todos fueron despreciados por igual. Todos fueron mandados a chingar a su madre.
Apenas a los diez minutos de terminado el evento, las calles se limpiaron rápidamente, como quién acaba de hacer una fila interminable en el banco para cobrar un cheque y sale del banco disparado para cumplir los pendientes que son más importantes. Los trabajadores desaparecieron. Se veía algunos en el metro, con míseros uniformes de gorra y playera de quince pesos y el estampado de su respectivo sindicato. Don Juan, de unos 53 años, daba una mordida a un sándwich que parecía radiografía, que apenas asomaba una raja de chile jalapeño y una miseria de aguacate negro (diría podrido). “Estos güeyes, ora si se mancharon, antes te daban un par de tortas y ‘ora na’ más un pinchi sangüich. Pero se pone chido el desmadre ¿no creen?” dijo a quienes respondieron afirmando su dicho con un movimiento de cabeza, al tiempo que destapaban su frutsi y sus cazares.
Cada trabajador se fue por su lado, algunos se ponía de acuerdo para “echarse unas chelas”. Los más fueron individualizándose. El pueblo no estaba unido, como lo gritaban con toda la fuerza que sus gargantas les permitían, y al parecer, nunca va a estarlo. Eso es México, ese es su destino. Por los siglos de los siglos, AMÉN.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está retratado con un verismo superlativo lo que fue ese 1º de Mayo en México. Por amor al pueblo mexicano pienso que sería leal hacer el mismo derroche de talento para dar una visión fidedigna (ausente por cierto en los grandes medios de comunicación) de lo que fué la reciente Convención Nacional Democrática.