septiembre 29, 2006

CIUDAD DE CIEGOS


Observo su andar, sinuoso, decidido y mecanizado. Tristes sombras cabizbajas que buscan llegar a su monótono destino. Destino que los arrastra al fondo del abismo y que los hace partícipes de los cuentos de hadas, como sombras, como piedras, como la nada. Esa nada que los hace desaparacer ante la mirada de los demás, aquellos que ven pero no observan, que oyen pero no escuchan, que transitan por estos lares pero que no viven, solo están de paso.
Aquellos que buscan las veredas que les confiera los placeres que no se atreven a solicitar en sus respectivos hogares porque les haría enfermos mentales. Enfermos que satisfacen sus deseos y son reprimidos con el encierro o con la muerte. Muerte siempre segura y cierta que los espera en algún lugar de éste sinuoso camino.
Llega, pide perdón y permiso para entrar al infierno que disfrutarás al llegar a tu destino. Bienaventurados los ciegos que solo miran pasar el tiempo, porque de ellos será la Tierra que ha sido destriuda para dar cabida al infierno celestial que emerge del caldero sostenido por el mar hiriviendo.

EL SALTO DEL CONEJO



El sol comienza a oscurecer y con ello las estrellas pierden su brillo y la luna desaparece entre la bruma. El conejo que la habita da un salto hasta la tierra y busca con desesperación una pequeña cueva donde pueda formar su madriguera. Avanza con cautela, ante la mirada atónita de las quimeras que lentamente le rodean. Las hadas salen de sus cuevas con sus trajes de noche y comienzan a cazar brujas para saciar su apetito antropófago, con ayuda de los duendes cómplices de las sirenas, en su canto dotado de hermosura para atraer a los hombres y condenarlos a sus bacanales sexuales eternos.
Busca el conejo ayuda de los faunos, pero estos le niegan su apoyo y lo atrapan para el sacrificio respectivo que alimenta a los dioses que les brindan un poco de consuelo. El llanto de los niños que buscan con ansia la muerte de sus padres, es ensordecedor para nuestro amigo lunático y cae inconsciente, ante la mirada atónita de los faunos que lo creen muerto. Lo arrojan al mar, en su desesperación por callar el ensordecedor silencio que ha provocado la muerte del conejo, a los llantos similares de los niños.
Abraza el mar al conejo y lo lleva a sus aposentos donde le da de comer y le atienden bellas princesas cojas que le dan los restos del mar muerto. Sana el conejo, vive de nuevo y lo preparan para el festín de los muertos.

septiembre 28, 2006

SUEÑO PROFUNDO



Te miro postrado en la cama con toda la candidez que te caracteriza y no puedo dejar de pensar que estás muerto. Solo eso explica tu silencio, tu ausencia. Esa versión pequeña de la muerte que a menudo llamamos dormir, te hace ver más serio, como ausente, como distante, como callado, como enojado. Como todo y como nada, porque la nada llena siempre esos espacios que dejan todo o todos, llámale como quieras, llámale por su nombre o si te lo permite llámale por su apodo o por su nombre de pila o como le llamas de cariño.
Y cuando te miro ahí me pregunto, ¿qué piensas? ¿Piensas acaso cuando mueres por un rato? ¿O es solo la apariencia que utilizas para acechar a la presa? Ganas me dan de perturbar tu sueño, que al parecer es intranquilo. ¿Qué sueñas? Cuéntame, invítame a pasar. A un costado de ti me encuentro esperando tu llamado. Sueñas con las aves, quizá desconcertado al ver que las mismas van desapareciendo, pero no es un sueño, está sucediendo. O tal vez sueñes con el mar, sucio y contaminado que ha obnubilado el precioso azul verdoso que tenía y que invitaba a entrar a él con sus brisas. No me dirás que sueñas con la galaxia. Esa aun no la conoces y no te recomiendo conocerla. He escuchado hablar de ella y dicen que la van a utilizar para crear centros turísticos. ¿Me preguntas por qué no me opuse? Claro que lo hice, pero siempre mandan a los sordos a crear esos lugares para no hacer caso a las protestas que todos los días se hacen.
No, no sueñas con ello, hiciste caso a mi petición de soñar un solo día conmigo, pese a la advertencia que te hice, sueña conmigo esta noche y morirás mañana te dije. No hiciste caso, lo hiciste. Sabía que lo harías, por eso me da gusto velar tu sueño, esta versión pequeña de una larga agonía hacia la muerte.
Despierta, alguien más va a ocupar esa cama de hospital que has manchado de sangre. Ven aquí, que aún no sabes que es morir después...