septiembre 25, 2007

ETERNIDAD

Qué fácil es hacer un escrito cuando se habla de ti: una historia, una novela, un poema, una frase, una canción. Podría comenzar por tu sonrisa, que llena el lugar donde te encuentres por vacío que aquel se presente. Quizá continuaría con tu mirada que aun sin luz, da brillo a la misma noche que se empeña en oscurecer el día. Tal vez hablaría de tu rostro, angelical como ningún otro, que hasta el mismo Dios envidia, por no tener un ángel como tú en su ejército. Hay tanto de que hablar y tan poco que decir... bastaría decir que hablo de ti, para que los demás se embelesen con solo desprender tu nombre de mis labios.
El tiempo, verdadero verdugo de cuanto existe o ha existido, trabaja en complicidad contigo, y el pacto que firmaron te hará eternamente joven, y los años no pasaran por ti, pues también él adora tu perfección y tu esencia.
Todo cuanto existe hermoso lo dejas gris, opaco y oscuro. Con tu presencia marchitas lo demás y solo brillas tú, con ese hermoso rostro, ese cuerpo divino y desnudo, por no merecer ninguna tela, cubrir algo tan perfecto y puro.
¡Qué alegría sentirás al saber que estarás aquí por siempre! Durmiendo como recién nacido, retando al tiempo, como el mar que aun se mueve o la montaña que siempre reverdece. Contento estoy por lo que hice contigo, en vida lo agradecerías, aun más en la muerte, duerme ahí, eternamente, por los siglos de los siglos, siendo tú, sencillamente.

HISTORIAS DE UN ACTO.

Un verano sin tiempo,
un día, una noche.
Transcurren los días
y no pasa el tiempo.
Los años se pasan
y no te haces viejo.
Dulces y pastillas
de colores diversos,
creando magia
y sabores intensos.
Pruebas uno, lo disfrutas,
pruebas otro, te confortas,
pruebas más,
ya nada importa.
Dos o tres,
diez o cincuenta,
olvidas el número,
comienza otra cuenta.
Soledad, miedos,
angustia y tristezas;
sentimientos encontrados,
recuerdos olvidados;
con el polvo por dentro
desvanece tu tortura.

Secreto a voces,
gritos callados,
polvo en el viento,
cometa en el cielo,
quemaduras sin lamentos,
agujas en tu cuerpo.
Imágenes perfectas
en las primeras horas,
cumbres borrascosas
aumentan tu locura.
Días sin gloria
con solo un poquito,
diversión a ratos,
quizá en un ratito.
Sangre constante
que tu cuerpo agota,
monedas por gramos,
gramos por ratos.
Muertes que aceleran
vidas que se cortan,
música por un réquiem,

Réquiem por un Sueño.

septiembre 23, 2007

IRRENUNCIABLE

Miro tu rostro y aun me parece extraño. Tengo, sin embargo, recuerdos gratos de tu silueta frágil y quebrantable, de tu mirada no me acuerdo, pero como saborean mis labios tu delicioso cuerpo. Buscaba penetrar tu alma y penetré tu cuerpo.
Tu piel torneada, tus muslos firmes, tus delgados labios, tu coqueteable sonrisa, tu melancólica mirada, tu tenue, débil, pero perturbable coquetería, nada de ello me importó y creo que no le puse gran cuidado. Me importó más admirar tus firmes glúteos, tu gran y admirable lengua que no paraba de moverse y sobretodo, ese hermoso sexo que te distinguía de todas las demás personas. Aquel que me llevó al borde de la locura y me hizo imaginar las más inimaginables aventuras fantaseando las más inmorales fantasías.
Criatura celestial diabólica, que al mismo Dios lo obligas a rendirte honores, deseo tener tu cuerpo de nuevo entre mis brazos, en aquel altar inmaculado, fundirnos aunque solo de momento en un solo ser, mientras baño con la sangre de Cristo tu vientre hermoso, a la vista de aquel pedazo de yeso, que altivo en una cruz postrado, mira como gimen los dos entes desnudos.
Un par de segundos bastan, para alcanzar el clímax fatal, que inundará tu interior, al tiempo que muestras una débil sonrisa, y manchará, aunque solo un poco, el rostro del Cristo semidesnudo.

EXPEDICIÓN A MIS SENTIDOS (Éste no soy yo)

Una hoja que con paciencia espera,
un bolígrafo que lentamente se desliza,
un cerebro que a cada momento se contradice,
un corazón que sabe lo que siente,
una luz que ilumina mis sentidos,
una persona que acelera mis latidos.
Oscuridad que alumbra mis días,
noches que crean armonía,
vacíos que llenan tu ausencia,
muerte que acompaña mi vida.
Necesidad de tenerte presente,
ansiedad de ordenar mis ideas,
paciencia para entender mi mente,
impulsos para ser tu compañía.
Nigromante que sabe lo que quiero,
exasperante sentir de mis deseos,
pasiones que surgen a cada momento,
mentes podridas que tu mirada ilumina.
Manos que palpan tu cuerpo,
ojos que miran con deseo,
labios que saborean los tuyos,
oídos que timbran con tu voz,
olfato que percibe tu aroma,
sentidos que utilizo para tu persona.
Ardiente tentación tu presencia,
imagen santificada tu ausencia,
belleza que trasciende fronteras,
beldad verdadera, inmaculada, perfecta.
Poder ser tu padre, tu hermano, tu hijo.
poder ser mi vida, dios o fantasía,
crueles imágenes sin verte
agonía que con lentitud crece.
miedo de continuar sin vida,
miedo a la vida si no puedo verte.
Mato ahora el verso que escribo,
por no contradecir lo que hasta ahora he dicho.
Vida la tuya que con tu sonrisa crece,
muerte la mía, que infelizmente fallece.

septiembre 03, 2007

AZTECA. Gary Jennings.

“Nosotros lo vimos, nosotros lo vivimos,
en los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
Enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
Y en las paredes están salpicados los sesos...”
Visión de los Vencidos, Miguel León Portilla.


Nuestra historia bien puede ser contada por etapas. Algunos historiadores hablan de precolombina, colombina y postcolonial. Otros la señalan por periodos: prehispánico, colonial e independiente. Algunos más la dividen en partes, a saber dos: antes de la “conquista” y después de ella. Yo la divido en partes también. En aquellas que fueron desmembradas de una manera vil, tajante y desproporcionada, hasta convertir todo un continente en nada más que ruinas. Solo en eso.
Dentro de nuestra nación se dice que hay varias culturas. Hay una que gobierna (los blancos), otra que se enriquece (los mestizos) y otra que vive en la miseria (los indios). La Constitución mexicana afirma que la nación tiene una composición pluricultural. Esto significa que a la mayoría no le preocupa que los tzeltales y los tzotziles vivan con menos de veinte pesos al día, con tal que solo se subleven cada 500 años.
[1]
Y es absurdo y hasta estúpido pensar que después de tantos siglos de humillación y mendicidad, todavía nos dirijamos ante los usurpadores como: ¿en que puedo servirle?, ¿Mande usted?. Aquellos que aun continúan en el poder desde hace más de 500 años, antes del PRI y del PAN, aquellos saqueadores que siguen mancillando y envileciendo la nación que hoy ha perdido su identidad, sus valores, su dignidad. Una nación que dejó de serlo el día en que el único hombre que pudo cambiar la historia no pudo hacerlo. O no quiso que fue peor. Y a partir de entonces, el servilismo se volvió parte inherente de nuestra sociedad y de nuestra cultura, híbrida, bizarra, surrealista.
Y entonces, nos da rabia, impotencia, coraje. Nos enfurece pensar que los dioses de los mexicas no hubieran sido más agresivos frente a la cruz inquisidora. Nos duele en el alma la idea de pensar que después de siglos de vejación, hoy, con singular alegría, digamos campantes que somos casi hermanos de los españoles. De esa raza maldita que trajo las más bestiales enfermedades a una magnifica raza de bronce, esas que fueron las verdaderas dominadoras del basto territorio americano.
Y entonces desde aquel encuentro dispar de mundos disímiles, odiamos a nuestros propios hermanos, rechazamos al indígena, pero adoramos a quienes nos hunden el pie en el alma y se regocijan del “avance” logrado en este país tercermundista. Y los pobres, los jodidos, los lumpen proletarium, no pueden aspirar a esa vida mediocre de poner un changarro y tener un vocho. Ha sido vendida su dignidad el día que Ce Malinali (nunca Malintzin), vendió su cuerpo de ramera, sus orígenes y con ello su historia.
¿Traidores a la patria? Los texcaltecas, Ce Malinali, Motecuzoma Xocoyótl, los Totonacas, Carlos Salinas... ninguno de ellos. ¿Traidores a cuál patria? ¿La que se consumió con la soberbia y la egolatría de sus gobernantes? ¿La que se ofreció por ignorancia, miedo o conveniencia? Quizá a Motecuzoma le quedó muy grande Tenochtitlán, aunque para ser honesto, Tenochtitlán siempre fue demasiado grande para cualquier otro que intentara conducirla. Aun hoy no han sabido darle el trato que necesita y aun continúa atrapada en las islas en que vio su esplendor, aunque las de hoy no son líquidas, sino islas de terquedad, de miseria, de sumisos, de mediocres.
Y es irónicamente un extranjero quien viene a recordárnoslo. Una persona que cruelmente nos seduce con su historia y nos despierta de nuestra ignorancia. Un extranjero que sin el menor tacto suave nos descubre una realidad terrible. Una realidad que debió haberse consumido y enterrado junto con las ruinas de las grandes naciones pisoteadas, para beneplácito de sus saboteadores. Pero no ocurrió así.
Y fue un tal Gari Jennings, que sin ningún asomo de misericordia nos da una y otra vez, una sacudida en la historia des-conocida por quiénes deben conocerla. Y nos humilla con lecciones de historia y nos hunde en la mierda hasta que con el último aliento decimos basta. Y nos presenta a un hombre que quiso dar su vida para salvar a su nación, pero ya no pudo hacerlo. Y nos presenta una historia de amor que es terriblemente bella. Y nos conduce a una nación esplendorosa que es aterradoramente salvaje. Pero era su identidad. Era Tenochtitlán. Hoy no somos, ni siquiera la sombra de lo que fueron nuestros antepasados, sí es que alguna vez lo fueron. Hoy solo somos un remedo de una nación que aun no acaba de construir su identidad. Hoy somos los hijos bastardos de una nación que se congratula de su “conquista”.Y nos queda solo pedirle al Dios usurpador, pues se nos arrebató a los otros, que nos dé su permiso, para ir a sentarnos junto a quienes nos aman, y poder decirles, quizá por última vez, que también los amamos, para que sean esas las últimas palabras que escuchen antes de dormir para siempre, antes de que nosotros, como mal presagio, como destructores de naciones, como una Nube Oscura, extingamos su vista y con ella, también su vida.


[1] DRESSER, Denise y VOLPI, Jorge. México: Lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria, México: Aguilar, Nuevo Siglo, 2006, p.29