octubre 07, 2006

SOÑAR DESPIERTO

Hojeo la revista una y otra vez y aún no logro conciliar el sueño. Me levanto un poco aturdido por el hartazgo que me provoca estar todo el tiempo en la cama sin poder dormir. Miro el reloj una vez más. 5:42, marca el miserable, ¡puta madre! Tengo que vestirme en chinga para irme a la escuela. Eso me cae como mentada de madre. No puedo dormir y encima se me hace tarde. ¿Alguien me creería si le digo que llegué tarde porque no podía dormir? Quizá no, pero igual me vale un soberano rábano. Doy un brinco y bajo a prepararme el desayuno. La leche está casi descompuesta y el maldito pan blanco está más verde que un plumón fluorescente de dicho color. ¿Puedo decir que me paré con el pie izquierdo? 6:30, ¡mierda!, ¡Sólo eso me faltaba!, Casi una pinche hora para desayunar nada, lavarme la cara para quitarme la baba y limpiarme los mocos.
Las avenidas están casi vacías, pero el sonido de los cláxones que pitan sin cesar, parecen decir lo contrario. Hurgo en mi mochila y descubro con terror que no llevo mi libro de Historia. ¡Ahora si me corre la maestra de su clase para siempre! ¿Es que todo el mundo está conspirando hoy en mi contra? El señor que va en el asiento a mí lado, ronca como si estuvieran matando un cerdo. La maldita clase empieza a las siete en punto y la maestra no perdona. Con las faltas que tengo ya es casi un hecho que me da de baja. ¡Y encima sin libro!. Bien. Bravo. A leguas se ve que soy una maravilla de estudiante. ¿Me van siguiendo?
Por fin llego a la escuela y me cago en los calzones: la maestra les regala un punto final a los imbéciles que llegan siempre temprano (si yo tuviera carro, les juro que hasta me quedaba a dormir en él para estar siempre temprano en mi clase). Y para mi bendita suerte, avisa a mis compañeros que estoy dado de baja. ¡Chále! Ni a quien le guste su puta clase. Igual y me rifo en extra...
Camino de regreso a la casa y veo al Mario tirado en la esquina, voy a asustarlo un poco (pienso mientras camino hacia él), ¡le hubieran visto la cara! Parece que ve un fantasma. Me mira aterrorizado y grita: ¡vete! ¡Te juro por mi madre santa que dejo de chupar pero no me lleves contigo! –¿Qué pedo cabrón? ¡No mames!, –Le contesto–, estoy flaco pero no chingues, no estoy muerto. ¡En tu casa te están velando! –Me dijo y salí corriendo pues un escalofrío me recorrió la espalda.
Como pude llegue al pinche cuarto de azotea y veo a mi jefa desconsolada. Me da tristeza y me acerco a llorar con ellos. ¡Pinches culeros!. ¿Por qué nadie te avisa cuando ya estás muerto? Y yo perdiendo mi tiempo en la escuela...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no manches, tu siempre con tus poesias y no dejas la oportunidad de decirlas ni aunque estemos en junta.
jajajaja

pero bueno así eres tu
que no sabes que hay cosas mejores que la poesía, como por ejemplo:

EL FUT BOL!!!

Anónimo dijo...

que divertido cuento!!! mmm, interesante tu necrolatría...

Anónimo dijo...

que curioso sujeto