abril 23, 2007

Reto al Sol


Miraba como quien mira el sol y las estrellas por primera vez. Te preguntarás porque menciono al Sol, si dicen que no se puede ver de frente. Por eso lo miraba. Como retando al señor Sol. Pero el señor parecía muy ocupado en otros asuntos que no son de mi competencia. Entonces le advertí de los poderes que mi madre la naturaleza me había otorgado. Nunca antes nadie había visto mis poderes. Ni siquiera yo, con tantos conocimientos y tantas cosas aprendidas, me había dado a la tarea de investigar cuales eran, pero una cosa era cierta: ahí estaban los poderes, esperando a salir y atacar.
La tarde producía un calor infernal y el Sol estaba feliz de producirlo. Poco faltó para atacarlo con mi resortera pero la misma
me la destrozó un caballo que llevaba encima un dragón alado. Con alado me refiero a un dragón con alas y no a que, a un costado del caballo, iba un dragón. Perdón pero debo aclarar todo. Para no perder detalle de la situación.
Estaba yo concentrado en mis acciones a emplear contra el Sol cuando el dragón me dijo con voz cavernosa: “amigo, si tu intención es atacar al grandulón, sube a mi lomo y te llevo, para acabar con el de una vez por todas”. Tal invitación de tan distinguido dragón me motivo a tomar una decisión sin pensarlo, por lo que de inmediato me trepé al lomo del dragón quien me llevó hasta la puesta del señor Sol. En el camino gritaba y refunfuñaba, siempre para maldecir al Sol, asegurando que se creía de tal importancia, que no ponía atención a las llamadas que siempre le realizaba.
Una vez en las alturas y de frente a tan distinguido señor, le dije: Señor Sol, vine a decirle que es Usted un patán. Varias veces lo he buscado de frente y Usted parece no querer dar la cara. La cara siempre la doy, me contestó el Sol, pero ustedes siempre se creen tan importantes, que se sienten ignorados todo el tiempo. Te he mandado incluso a mi hijo, para traerte conmigo. Ahora puedes decir todo lo que quieras, pues estás aquí, para arder eternamente y por los siglos de los siglos.Tal confesión me aterró, no debo mentir en ello, cuando desperté con una fiebre y dormí de nuevo con un infarto.

2 comentarios:

Timur dijo...

Que bonito relato, el dragon y el sol son y siempre seran enemigos irreconciliables, (chin por error repeti mi comment en el post de abajo)

Erranteazul dijo...

Un relato...mmm...sui generis, como todo lo tuyo. Eso lo hace, entre muchas cosas, genial. Me sigue gustando.
Grax por estar cerca de mi.
No tardes tanto en postear, vale?
Un abrazo.