agosto 20, 2006

PARAÍSO


...Y yace aquí mi cuerpo postrado, donde nunca nadie hubiere querido estar. Aún no sé como llegué aquí, ignoro que fue lo que ocurrió. Solo recuerdo un sueño muy pesado y luego... luego ya desperté en este lugar.
Alguien entra, me observa, escucho un murmullo y una sonrisa se ilumina en el rostro de la persona que llega, al parecer es un hombre, pues aunque tengo los ojos abiertos, no logro mirarlo bien. Lentamente su mano se desliza por mi cuerpo y de un pequeño impulso retira la sábana que me cubre. Mi cuerpo desnudo queda a su merced y el sujeto comienza a respirar más rápido de lo habitual.
Observo a los demás a mí alrededor, pero al parecer la costumbre les ha dado oídos sordos a mi hipócrita y callada súplica de ayuda.
El lugar es frío, aterrador, nadie entra aquí por temor. Supongo que solo este chico que aún no distingo quien es. Su cuerpo jadeante, sacia sus bajas pasiones conmigo. Quisiera salir corriendo de este lugar pero sé que eso no podrá ocurrir jamás.
Entre cuerpos incompletos, almas ausentes y vidas no concluidas, ve su cometido satisfecho y un líquido caliente me inunda y se expande por el interior de mi gélido cuerpo. Triste me pongo de la realidad que miro, más triste estoy porque no todos los días se repite la acción conmigo y de suerte, ni siquiera con alguien distinto. De mil formas y más posturas, aquel muchacho me hace recordar lo mucho que me hizo disfrutar el sexo.
Quizá no soy la persona más indicada para juzgar las pasiones que cada ser tiene y trata de cumplirlas a costa de lo prohibido. Sé que en un no muy lejano tiempo, yo saciaba mis instintos con cuanta persona se me cruzaba enfrente. Con protección o sin ella, masculino o femenino, el chiste era calmar mi apetito; no distinguía raza, cultura, religión, edad, sexo y en ocasiones tampoco la especie.
Recuerdo como me veía la gente cuando en el metro, con la mirada desnudaba a quien me atraía físicamente -¡qué persona tan cochina!- solían decir algunos, -¡eso se llama perversión!- alcanzaban a murmurar otros; sin embargo, todos, de una manera u otra se hacían cómplices míos, cuando con vil descaro manoseaba mi hinchado miembro, ante su mirada lasciva y su imaginación infinita, que me evitaba la masturbación pues hasta a mí me cohibían.
¿Quién piensa en el respeto cuando la calentura perturba los sentidos? ¿Por qué ver como sucio, algo que tantas satisfacciones ha logrado? ¿Por qué siempre a lo diferente se le llama enfermo y bajo que argumentos? Si por tener sexo parejo se me puede llamar demente o puto, no me importa mientras no esconda lo que me gusta y me quieran quitar el gusto de tan deliciosa acción.
¡Cómo es rico el sexo!¡Nunca voy a terminar de agradecerle a la naturaleza que lo haya inventado y permita a sus hijos disfrutarlos! Tarde me di cuenta que el disfrutarlo tanto, traería serias consecuencias.
Hoy mi cuerpo es carnada, mientras reposa en esta sala. No sólo una persona viene, como en un principio suponía, sino que a veces se turnan con el propósito de que todos disfruten un poquito su “locura”.
Vida después de la vida. Muerte más allá de la muerte. Infiernos a los que descienden los seres de vez en cuando, para alcanzar el paraíso con un cuerpo inerte.
Miro sus rostros satisfechos y me siento impotente por no poder ayudarlos a que su satisfacción sea total, pero espero que mi cuerpo aún les sirva y lo puedan seguir disfrutando. A final de cuentas no me importa (¿alguna vez me importó?), Que con el tiempo solo mis blancos huesos queden, para que alguien pueda seguir acariciándolos.

1 comentario:

Erranteazul dijo...

Si aquel otro Paraiso del que todos hablan fuera como el tuyo, entonces creería que existe. En todo caso, me gustaría asomarme a éste, pero guiado por su protagonista. De lo contrario correría un peligro grave: o no sabría cómo regresar o no querría regresar, y ambas son situaciones tentadoras. Esos huesos blancos serán acariciados. No pares.