agosto 20, 2006

UN INSTANTE FUGAZ



De la unión de sus manos se extienden dos cuerpos en apariencia distintos. En sus ojos se refleja la alegría, el momento es singular, la separación era inevitable, era la última vez y lo sabían, tenían su amor que entregar.
¿Cómo en una noche muestras tu agradecimiento por cuarenta años de compartir tu vida con un desconocido? ¿Qué se dicen dos seres que después de cuatro décadas de amor puro dicen adiós para siempre?
Sus manos recorren con prisa sus cuerpos desnudos, se detienen un poco en el rostro, en las líneas de tiempo, en los surcos. Líneas y surcos que cuentan historias; que sin necesidad de palabras hablan por sí solas.
Se conocieron a tiempo, al parecer y por lo que murmura le gente, fue en un templo. ¡Ah! ¡Bendito lugar que cobija las almas descarriadas y que vino a condenar y maldecir su sentimiento mutuo! -¡Dios, perdona el pecado de todos aquellos que con sus acciones manchan nuestra imagen y ten misericordia de esos denigrantes seres, ya pagarán cara su ofensa ardiendo en las llamas del infierno!- llegó a recitar un curioso personaje de aquel lugar, que disfrutaba de “jugar” con los niños pequeños.
Excomulgadas de aquel recinto, por el amor celestial y sincero que una a la otra se profesaban con singular esmero, por tantas noches de placer, de caricias y sexo verdadero. Sesenta y siete años de una, quizá diez más de la otra, no pudieron hacer nada para evitar ser separadas; al manicomio la una, al recinto de los muertos la otra. Es en momentos como este cuando comprendes que el irónicamente, el día más importante de tu existencia, es el de tu muerte (contra parafraseando a Silvio Rodríguez).
Ignoro que sucedió aquella noche, ignoro que fue lo que se dijeron; ambas ancianas sordas, quizá no dijeron nada. Tal vez quisieron que fuera su corazón, que desde el fondo del alma gritara la grandeza del amor inexplicable que tantas noches de pasión les otorgara. Quizá sus almas acordaron que, una por reclamo a la sociedad quedara, mientras que la otra, paciente, al infierno se adelantaba y la esperaba...

1 comentario:

Erranteazul dijo...

Una pintura de la vida real, no por oscura menos cotidiana. Nos recuerdas con precisión que ahí están esas dos esferas: el amor y el deseo en todas sus variables, y una sociedad persistentemente absurda e intolerante. Me gusta tu estilo, fino e irónico, quijotesco. Pones el dedo en la llaga de un modo tan peculiar, para recordarnos que las cosas, por más que se diga, no han cambiado gran cosa, pero al mismo tiempo, para imaginar que más allá podrá haber un mundo mejor.